Lo explica con transparencia el dj Mathias Modica en un instante del documental «Italo Disco: The Sparkling Sound of the 80s»: «El house de Chicago fue una copia del italo disco, que a su vez era una mala copia de la música disco estadounidense facturada en los setenta». Como sucedió dos décadas antes con el spaghetti western, pero ahora en su traducción al ámbito musical, Italia se apropiaba con sibilina inteligencia de las formas musicales de baile estadounidense, y de su estética iluminada por bolas de espejos producida en epicentros de difusión de ese estilo como la mítica Studio 54 de Manhattan.

Los de «Vamos a la playa» con Raffaella

«Italo Disco: The Sparkling Sound of the 80s» (2021) de Alessandro Melazzini, coproducción entre Italia y Alemania con la participación del canal de televisión ARTE, indaga en el surtido de canciones que desplegó en los ochenta el italo disco y en el aporte de algunos de sus responsables y creadores. Las canciones eran «como postales y camisetas en las que se ofrecía una imagen idílica de una Italia siempre soleada». Una mezcolanza de ritmos electrónicos y sintéticos adictivos y pegadizos cantados muchas veces en un inglés chocante y bizarro que eran auténtica gasolina e idónea banda sonora para la actitud hedonista y el ocio festivo de la época. Entre la basura, así es definido en el documental el italo disco, y la genialidad más sorprendente que miró al futuro anticipándose a los sonidos artificiales dentro de una carpa dance de eminencias de la electrónica como Daft Punk o Chemical Brothers.

Situémonos en 1982. «Vamos a la playa», del dúo italiano Righeira, impacta en las emisoras de radio de forma espectacular, y sirve de carta de presentación del italo disco en medio universo. El tema fue compuesto por Stefano Righi junto con Carmelo La Bionda y tenía el extraño acierto de mezclar la new wave con la escuela de Kraftwerk. En la letra, se hacían varias alusiones al terror nuclear debido a la última etapa de «Guerra Fría» en la que se encontraba el mundo, y fue rechazada en un inicio por las compañías discográficas debido a su rareza pero acabó convirtiéndose en una bomba comercial y en un hit veraniego en multitud de países. Righeira volverían a triunfar un año después con el también famoso «No tengo dinero». Este dúo turinés creador de ambos hits, son considerados precursores de lo denominado a partir de 1983 como «Italo Disco» y poco después «Euro Disco». O lo que es lo mismo, la música disco europea que más tarde evolucionaría hacia el house. Y (Euro) Disco, sí porque el italo disco pronto amplió fronteras y entró en Alemania a través de Múnich, ciudad sensible a las nuevas propuestas musicales.

Sabrina Salerno en un instante del documental

En la italo disco hubo de todo, desde horteradas melancólicas como «I like Chopin» de Gazebo, a piezas sublimes como «Cybernetic Love» de Salvatore «Casco» Cusato o «Chinese Revenge» de Koto: un tema próximo al Spacesynth que parece compuesto ayer mismo:

Esta música, entre lo underground y lo comercial, que contaba con ciclópeo protagonismo de sintetizadores, comenzó a agonizar durante la segunda mitad de los ochenta cuando se multiplicaron sus centros de producción forzados a crear hits y se perdió el control y, por lo tanto, la personalidad y la autenticidad de sus primeras canciones. Carmelo La Bionda dice en el documental que el género acabó convertido en «una fábrica de salchichas». Sabrina y su famosísimo disco homónimo de 1987, marcó en parte el cambio de rumbo en las producciones musicales italianas y el house, en paralelo, ganaba terreno en las pistas de baile dejando al italo disco en un lugar cada vez más marginal.

José Martín S

Documental disponible íntegramente hasta el 11 de septiembre de 2022 a través de la web del canal ARTE en este enlace