En la primera entrega de este informe sobre este influyente músico británico repasamos sus primeros seis años en la música como bajista, cantante y compositor en la magnífica banda del guitarrista Brinsley Schwartz, la implicación de Lowe en Stiff Records y la publicación de “Jesus Of Cool”, el primer álbum a su nombre. Podéis recuperarla entrando en este enlace. Ahora nos centraremos en la trayectoria con la superbanda Rockpile y la continuación de su carrera en solitario hasta nuestros días.

«Cruel to be kind», ¿el tema más popular de Lowe?

Rockpile: el nombre prohibido
El guitarrista de blues Dave Edmunds no pertenecía al catálogo de Stiff, pero andaba siempre compadreando con sus músicos. De hecho, tuvo un papel destacado en la mencionada gira del sello por Gran Bretaña. La razón de que no pudiera figurar en la ninguna grabación es que un contrato de exclusividad con Swan Song le impedía cualquier otra aventura musical que no fuera sacar cuatro álbumes a su nombre a los que le obligaba su contrato. Nick Lowe ya conocía a Edmunds de la etapa de Brinsley Schwarz porque les había producido su último disco. Junto a Lowe, Elvis Costello y Graham Parker, Edmunds formaba parte de esa generación de músicos que se habían curtido en el pub rock durante los años 70 y que, tras la explosión del punk, estarían llamados a ser los pilares sobre los que iba a pivotar la nueva ola británica.

Entre estas figuras habría que incluir a Joe Jackson, aunque en el caso de este último, no eran los humeantes y sudorosos escenarios de los pubs los que le habían formado como excepcional músico, sino las impolutas y ventiladas aulas de la Royal Academy of Music. La amistad entre Edmunds y Lowe dio como resultado una de las bandas más grandes (y semiclandestinas) que ha dado el rock en Inglaterra: Rockpile (en la imagen superior en blanco y negro). Esta banda era un sueño imposible: Edmunds (guitarra y voz), Lowe (bajo y voz), Billy Bremner (guitarra y voz) y Terry Williams (batería, que más tarde sería reclutado por los Dire Straits).

Durante tres años se desarrolló un extraño juego del ratón y el gato entre Rockpile y la discográfica Swan Song. El truco consistía en que Rockpile se constituyó como una banda con todas la de la ley, pero a la hora de publicar sus discos los hacía bajo el nombre de Edmunds o Lowe alternativamente. Así, por la parte de Dave Edmunds tendríamos “Get It” (1977), “Tracks on Wax” (1978), “Repeat When Necesary” (1979); bajo el nombre de Lowe tendríamos su segundo álbum “Labour of Lust” (1979), que contiene al menos cuatro tremendos hits: “Cruel To Be Kind”, “American Squirm”, “Cracking Up” y “Without Love”. Por último, en el LP “Musical Shapes” (1980), Rockpile se pone al servicio de Carlene Carter, esposa de Mr. Lowe, miembro de la mítica familia Carter (pionera del country-folk americano) y, a la sazón, hijastra del legendario Johnny Cash.

Por fin, ese mismo año, Dave Edmunds se libera de sus obligaciones contractuales y Rockpile finalmente consigue editar, con F-Beat en Inglaterra y Columbia en EEUU, un LP propio, firmando con todas sus letras. “Seconds Of Pleasure” (1980) es un fantástico resumen de todo el poder y talento que atesoraba este ‘dream team’, e incluye verdaderas obras maestras como “Teacher, teacher”, “Heart” (estreno de Lowe en su faceta de ‘crooner’, que sabrá explotar hasta la actualidad) y “When I Write The Book”. El disco incluye también una versión muy mejorada de “Play That Fast Thing (One More Time)”, rock’n’roll clásico que ya grabó en su día Brinsley Schwarz. Una curiosidad más: la primera edición del álbum incluía un EP de regalo en el que Edmunds y Lowe se despachaban cuatro versiones de los Everly Brothers en formato acústico (¡una golosina!). Para desgracia de todos, Rockpile acabó tan súbitamente como había recuperado su libertad. Nos queda como consuelo un fantástico disco oficial en directo (y supongo que un sinnúmero de piratas) que nos muestra con un sonido inmaculado la arrolladora fuerza de esta máquina de rock’n’roll. En los últimos años, Billy Bremner realiza giras bajo el nombre de Rockfiles, en las que interpreta, junto a otros músicos, el repertorio de Rockpile con un resultado más que aceptable.

No tan mal en los 80
Tras la disolución de Rockpile, cada uno de sus componentes tira por su lado. Los 80 sientan muy mal a una pléyade de artistas británicos, que sucumben al tsunami de sintetizadores y nuevos sonidos en boga y sufren con mayor o menor resignación las producciones atroces que se estilaban en aquella década. Sin embargo, nuestro protagonista no sale tan mal parado en sus cuatro álbumes ochenteros. Es cierto que, como tantos otros, juega a la ruleta de la fama y la fortuna, y fabrica canciones que hoy sonrojarían a cualquiera con la sola intención de encaramarlas a las listas de éxitos. Es comprensible que, al ver cómo otros jovenzuelos triunfaban por puro azar, sin tener ni la cuarta parte de conocimiento y experiencia, Lowe, que había trabajado duro en la música durante más de 15 años, quisiera su trozo de pastel. No obstante, se nota que mantiene el control en la producción y sonido de sus discos y que, cuando quiere, sigue brindando deslumbrantes destellos de talento y buen gusto.

Por ejemplo, en “Nick The Knife” (1982), donde encontramos una pieza de puro rock’a’billy -“Burning”-, la bellísima “Raining Raining” y, como curiosidad, una versión reagge del “Heart”, que ya había publicado con Rockpile. En el siguiente álbum, que apareció con otro título hilarante: “The Abominable Showman” (1983), Lowe lanza dardos a lo loco buscando éxitos en varios estilos de moda en la época, pero incluye creaciones de su inconfundible estilo, como “Ragin’ Eyes” (entre lo mejor de todo su repertorio), “Man of A Fool”, “Mess Around With Love” y “Saint Beneath the Paint”. En 1984 se publica “Nick Lowe and his Cowboy Outfit”, que se abre con “Half a Boy and Half a Man”, una festiva pieza de ‘tex-mex’, que perfectamente podía haber firmado Sir Douglas Quintet. El segundo corte sigue esta misma tónica y el tema que cierra el disco también incide en la faceta vaquera. Pero, exceptuando estas tres canciones, el álbum no es una exhibición de country- western, como hacía presagiar el título, y contiene un temazo 100% Lowe: “God’s Gift to Women”.

La década se cierra con dos álbumes más, donde parece que Nick Lowe va cayendo en la cuenta de que lo mejor que puede hacer es ser fiel a sí mismo. De este modo, vuelve a recurrir a viejas amistades: Elvis Costello, de quien toma prestada su canción “Indoor Fireworks”, que junto a “The Rose Of England” (canción que da nombre al álbum), es el tema más destacado de este disco del 85. En el 88 vuelve a llamar a Dave Edmunds para que le produzca el single “Lovers Jamboree”, que será incluido en el álbum “Pinker And Prouder Than Previous”. Hablando de amistades, la obra de Lowe en los 80 está también atravesada por su magnífica relación con Paul Carrack, quien hace varias colaboraciones (incluso un dueto) con Lowe, con desiguales resultados.

Buscando la esencia
Su divorcio de Carlene Carter, tras 11 años de matrimonio, marca el comienzo de la década de los 90 en la vida de Lowe. Edmunds se vuelve a sentar a los controles para producir el álbum «Party Of One«. A partir de entonces, la música de Lowe pierde sus exuberancias y excentricidades para buscar la esencia, la pureza. Como excepcional cantante que es, se centra más en su técnica vocal y se adentra en un estilo más reposado, elegante y minimalista. En su búsqueda de las esencias, se rodea de nuevas amistades, como la del productor Neil Brockbank, a quien confiará la grabación de sus siguientes cuatro discos: “The Impossible Bird” (1994), “Dig My Mood” (1998), “The Convincer” (2001) y “At My Age (2007)”.

Como letrista también se va haciendo más brillante. De esta época son otras dos canciones que bordan la perfección: “I Live On A Battlefield” y “People Change”. Otro acompañante habitual de Lowe en esta etapa es el cantautor, pianista y acordeonista Geraint Watkins, un hombre muy ligado al rythm and blues británico y que Lowe reclutó para la gira que, entre otros muchos lugares, le trajo a España en 2011.
Como puede verse, intentar hacerse con todo el material que Lowe ha ido desperdigando aquí y allá es una tarea épica. Para el que no quiera complicarse demasiado la vida, recomiendo el doble CD recopilatorio “Quiet Please… The New Best of Nick Lowe” (Yep Roc, 2009), que reúne las 49 canciones más destacadas de su carrera entre 1975 y 2009.

Los Straitjackets, la extraña alianza
Allá por 2015, en algunas entrevistas, Lowe explicaba que ya solo le interesaba grabar en el estudio a la antigua usanza: con todos los músicos tocando a la vez y en una sola toma, sin trucos ni añadidos y, a la vez, reconocía que le costaba mucho esfuerzo encontrar músicos que se atrevieran a grabar así.
Lo que no podían sospechar ni propios ni extraños es que un señor de edad provecta y varios discos sin veleidades ya debajo del brazo iba a encontrar a estos músicos soñados nada más y nada menos que en el cuarteto de surf instrumental más gamberro de los Estados Unidos: Los Straitjackets. ¿Se trataba de la última broma del Lowe mordaz e irónico? Broma o no, allí estábamos al pie del escenario viendo como estos cuatro tipos con máscaras de lucha libre mexicana se habían convertido en la mejor banda de acompañamiento del gentleman desde la disolución de Rockpile. La alianza ha resultado ser duradera y fructífera: seis años, dos álbumes de estudio, uno en directo y una pila de EPs y sencillos. A Mr. Lowe se le ve encantado con estos compañeros de viaje.

Nicholas Drain Lowe vuelve a España con 73 años. En las últimas cinco décadas no ha cesado de crear, tocar y producir música. Con distintas formaciones o en solitario, en nómina de una decena de sellos, ha escrito cientos de canciones, de las que no menos de 80 rozan la perfección. Y, si algo ha demostrado este ‘Jesus of Cool’ es que se puede ser heterodoxo, ecléptico y experimental sin perder la frescura, la sencillez y la jovialidad.

Chiri Ddt es periodista y dibujante. Fue batería y coautor del grupo madrileño DDT entre 1995 y 2011.

Enlace a primera parte sobre el informe Nick Lowe: