En mayo de 2001, Nacho Vegas publicaba  «Actos inexplicables» (Limbo Starr, 2001). Un disco en solitario que sorprendió por su crudeza y austeridad del músico integrante de Eliminator Jr y Manta Ray.

Los Actos Inexplicables de Vegas tuvieron una excelente acogida crítica

Pocos meses después de aquel primer trabajo del asturiano, el realizador Ramón Lluís Bande se propuso convertir a Nacho Vegas en materia de investigación para un documental. Durante meses grabó el proceso de creación de su tema “El fulgor” desde los primeros balbuceos compositivos y narrativos, hasta los ensayos y presentación en directo en el festival Tanned Tin de Santander, alternando en el proceso entrevistas y charlas con el músico de Gijón. Sin iluminación artificial, ni atrezzo, ni excesiva preparación previa al rodaje, el equipo reducido de Bande observó y capturó la búsqueda del proceso de articulación y desarrollo de esa canción de Vegas, finalmente incluida como tema extra en “Cajas de música difíciles de parar”. Un tema no muy conocido de su discografía de fuerte sustrato literario, que cuenta la historia del joven que conoce el “fulgor” y busca comunión con alguien del pueblo para compartirlo, pero toda la gente con la que se cruza no quiere saber nada de esa revelación, lo que le empuja a “huir a mi casa en el norte, me acurruqué en mi rincón, juntos yo y Johnny Walker dimos forma a una extraña y hermosa y violenta canción”. Una metáfora, claro, de la composición artística como el propio documental propuesto por Bande que da como resultado un juego audiovisual de hora y media de duración de contenido matrioshka (un creador observando a otro en dos disciplinas diferentes) dividido en nueve largos planos secuencia.

Y en la noche negra y en mi alma enferma, se hizo de pronto la luz. Y una inmensa esfera de la que surgió una cruel melodía, que nadie, nadie más oyó”. («El fulgor», Nacho Vegas).

Años después en “Ne change rien” (2009) de Pedro Costa, asistíamos también a una narrativa similar. La gesta por la creación. Allí, la actriz y cantante francesa Jeanne Balibar, preparaba un disco de fados con sus músicos mientras los espectadores éramos partícipes de aquella preparación y grabación compuesta de arreglos, ensayos, equivocaciones, discusiones con los músicos y repeticiones ­­­—sobre de todo de repeticiones—, del tema con el que Balibar iba afinando hasta encontrar el milagro de lo buscado o la aproximación más cercana a ello. Porque “Ne change rien” y “El fulgor” son dos películas gemelas en lo que nos cuentan pero de estilos completamente diferentes. Expresionista y de cuidada fotografía en blanco y negro, la del director portugués, y de apariencia austera y de formas y colores cercanos a lo amateur, la de Ramón Bande.

En un momento de esta propuesta radical, introspectiva y difícil, Vegas recuerda que “toda canción está inacabada pues nace para ser compartida” y por lo tanto, recreada y modificada cada vez que alguien la rememora. La única posibilidad que tienen los músicos de afrontar y recuperar esa pérdida diluida en los receptores de su trabajo, consiste en reemplazar dichas obras por otras nuevas. Y en esas andan aún veinte años después Nacho Vegas y el director de este documental “El fulgor” de Ramón Lluís Bande (2002).