Lo (pe)núltimo conocido de Mars Volta se publicó en 2012 y se tituló «Noctourniquet». El grupo del vocalista-letrista Omar Rodríguez-López y del guitarrista-compositor Cedric Bixler-Zavala ha decidido romper su silencio, y el pasado 16 de septiembre publicaron su séptimo trabajo de estudio: «The Mars Volta» (Clouds Hill, 2022) descrito por Bixler-Zavala como un nuevo rumbo en la trayectoría de la banda y la «versión más pop de Mars Volta». Surgidos de las cenizas de At The Drive-In, el grupo texano de post-hardcore formado en los noventa, Mars Volta inició su andadura a principios de siglo y publicaron su primer trabajo en 2003. «De-Loused in the Comatorium» ejercía de transición entre el proyecto de At The Drive-In y el nuevo plan artístico de Omar y de su amigo y aliado para esta aventura musical, Cedric Bixler-Zavala. Un debut próximo a lo conceptual que mezclaba trazos de rock progresivo con momentos brutotes de guitarra y percusión cercanos al hardcore.

Con «Frances the mute» en 2005, sorprendieron a sus seguidores con uno de sus mejores trabajos en el que se atrevían a coquetear con sonidos latinos cercanos a la salsa. El posterior, «Amputechture», sonaba por momentos como una jam session lúgubre de brujos aficionados a la música. Un trabajo complejo y fascinante, lleno de recovecos en su sonido (ojo a la salvajada de 16 minutos que se marcan en «Tetragrammaton», un tema que trata sobre … ¡el exorcismo realizado a una monja!). Fue el preámbulo perfecto a lo que estaba por venir y se estrenaría a inicios de 2008: «The bedlam in goliath», la obra maestra de la formación texana para muchos de sus fans. Un amasijo de atmósferas densas, funk, psicodelia y jazz-metal plagado de referencias bíblicas en las letras. Cuenta la leyenda, que con la grabación del disco, hecho al que habría que sumar las sesiones de ouija que hacían los Mars Volta con miembros de Red Hot Chili Peppers durante una gira conjunta acompañados todos ellos, además, de drogas varias , se «invocó a un fantasma que hizo la vida imposible a los miembros del grupo durante una época…». (No comment).

Al año siguiente, en 2009 con «Octahedron», su sonido dejaba las agresividades del pasado reciente y se hacía más accesible, limpio y simplón. Es el disco que menos gusta a sus acérrimos y el que podría encantar a alguien que no le gustase a priori demasiado Mars Volta. En 2012 con «Noctourniquet» las capas de sintetizadores se advertían más potentes y con mayor peso, sus canciones se hacían más previsibles y sus seguidores perdimos la capacidad de sorpresa ante su música. Surgió cierta enemistad entre los dos fundadores del grupo que decidieron que MV se tomara un descanso. El proyecto At The Drive-In se reactivó y Omar Rodríguez-López grabó varios discos en solitario con influencias y temáticas relacionadas con la música oriental. Hasta hoy, septiembre de 2022, que la bestia ha despertado tras una década silente.

Estamos comenzando a digerir «The Mars Volta», el séptimo trabajo de los texanos. Puede que decepcione a los fans que esperen la robustez sonora de sus cuatro primeros trabajos. Nada que ver con aquello. En lo instrumental, lo último de MV se ha relajado hasta el infinito. Sus letras abandonan los vericuetos diabólicos y surrealistas de los trabajos del pasado para hacerse más mundanas y compartir, en esta nueva etapa, sensaciones y narraciones más terrenales y reconocibles. Se ponen la máscara étnica en cortes como «Blacklight Shine» o «Graveyard Love», y en «Vigil» recuerdan a los M. Volta de siempre, pero sin las dentelladas y la dinamita escondida que tanto imponían en temas pretéritos como «Amputechture», mientras que «Shore Story» parece atravesada por un toque de R&B contemporáneo que encajaría a la perfección en las voces de Kanye West o Frank Ocean. Sorprendente, como veis y anuncia el título de esta entrada. Mars Volta siguen ahondando en su peculiar sonido, donde mezclan el rock progresivo con los ritmos latinos y el jazz fusión con toques de krautrock y hard rock cantando a veces en spanglish. Han aminorado la marcha pero parecen disfrutar del paisaje en su nueva etapa tras una década en la que quedamos huérfanos de su sonido. Bienvenidos sean siempre.

José Martín S