Ay, cuánto me gustó la primera vez que lo vi en directo. Y eso que aquello solo era una parte del espectáculo que estaban preparando. Hacía la caló, era el pasado verano y en escena, en aquella pequeña y acogedora y ultrablanca galería de arte, estaban Sergio Gómez (alma máter del proyecto) y su compinche musical Tino Varela. Este último se encarga de lanzar unas originales y cuidadas bases electrónicas que fusionan a las mil maravillas la tradición con lo actual. Esta mezcla, en principio poco soluble, que podría seducir a una abuela extremeña y también a un joven queer de Alcorcón, nos dejó a casi todos sorprendidos y danzantes. Allí había tema. Y como había también momentos teatrales, hondos, que requerían fondo negro y otra gravedad, más de dos y cuatro ya comentamos que aquello podía acabar en salas de teatro. ¡Y mira después! Pero no adelantemos acontecimientos, y dejemos las visiones del calor allá atrás.

¿De dónde sale este curioso proyecto? Pues tuvo su caminito, como todo. Sergio Gómez, «El Gato con Jotas», es productor de contenidos audiovisuales, músico, intérprete, folklorista y performer. Tiene estudios de producción audiovisual, radio y espectáculos, y no le faltan tampoco conocimientos en foto y cine. Vamos, que va con todo. Pero lo bueno es que tiene una gran pasión por la música tradicional desde pequeño. La ha mamado en su familia desde siempre. Y también ha pertenecido a varias asociaciones de folclore extremeñas, labor que aún hoy en día sigue realizando como cada martes con Raíces Extremeñas, asociación que participa en la versión extendida del espectáculo que aquí nos ocupa. Además, con grupos como El Pucherino o El Redoble, entre otros, ha podido llevar las melodías y las tradiciones extremeñas a numerosos festivales nacionales e internacionales, visitando países como Perú, México, Serbia, Montenegro o Turquía. Ya como vocalista, ha recorrrido caminos con orquestas de pueblo, fue solista del grupo de rock Abulia, amén de otros logros. Y todo iba curtiendo. Pero lo que realmente hizo cristalizar la idea de ELECTROJOTA, no olvidemos el espectáculo hoy en cartel del artista y lo que motiva estas líneas, fue algo que sucedió en la pandemia: Sergio creó el dúo de neofolk «Trendin Tipic», que se dedicó a hacer rondas queer diarias por el centro de Madrid, con tanto éxito que se convirtieron en virales, la gente las esperaba y vitoreaba (yo viví una desde casa de una vecina por la zona del Rastro, y aquello era un jolgorio maravilloso). Y claro, en Extremadura fue un bombazo. En minutos conquistaban a cientos de extremeños y esto desembocó en la creación del espectáculo «Cabaret Folclórico» que giró por más de ciento cincuenta ciudades en un año. ¡Casi nada, oiga! Y de ahí surgió Electrojota. Inciso: el artista está on fire estos días con el lanzamiento y el éxito en redes sociales y teles locales madrileñas y extremeñas de su videoclíp «Varón»: desenfadado, vanguardista y tradicional, con pollos y cañas, con bailes en plena Gran Vía. Una maravillita.

En Electrojota el folklore puro se fusiona con los sintetizadores para reivindicar la modernidad que reside dentro de la música tradicional. También entra en la receta la estética queer en un guiño y apoyo al colectivo LGTBI+. Y la cosa no está yendo nada mal. El espectáculo ha visitado en este último año las localidades de Alcalá de Henares, Murcia, Torrejón de Ardoz, Piornal, Castañar de Ibor, Villanueva de la Vera e incluso el mismísimo WizinkCenter para el festival Horteralia en Madrid. Más recientemente, también Malpartida de Cáceres, y El Umbral de Primavera y Nave73 en Madrid. Et voilà que fue en esta última sala adonde acudió como cronista su plumilla favorito.

CRÓNICA DE «ELECTROJOTA» EN NAVE 73, MADRID (26/11/22)
Fue una experiencia teatral y musical que cumple expectativas y deja satisfecho. Que rompe tabúes y busca el baile. Al principio el negro. El negro era clave. Las apariciones pausadas, la peineta de Sergio, la bailarina inicial. Todo empezaba con hondura, despacio, como pasan las cosas en los pueblos. Antes se había oído recitado un bello poema de Gabriel y Galán.
Yo sabía que Electrojota había tenido una gestación de siete años. Primero, fusionar musicalmente la electrónica de Tino con los cantes tradicionales. Luego entraron los loops, todo ese flow. La cosa fue cogiendo forma. Y aquel día Electrojota se desplegaba sobre las tablas de un teatro.

Después del arranque sobrio y más hondo, con solo Sergio y Tino en escena, empezaron a llegar las canciones más tradicionales y con más participantes, entre las que destacaron «Varón» (la del videoclip, sí), «El ir sola a los sitios» o «Aceituneros», donde hubo hasta un despliegue de bailarines vareadores. Electrojota es un espectaculo que apunta muy alto, porque llega a tener en escena más de diez artistas (aunque se puede representar en formatos menores). Esto es mucho para coordinar, ensayar y llevar a buen término. Tendremos que decir pues que en este primer día de estreno, como suele ocurrir, se echó en falta algún ensayo más. Pero a pocos, amargadillos diría yo, les importó, porque el conjunto fue una fiesta. Yo seguía sonriendo y diciendo sí a esa valiente mezcla entre teatro, tradición extremeña, poesía, estética queer y vareadores en una discotecta. Casi todo valía. Y nos gustaba. El público aplaudía, pues no en vano Sergio es un gran frontman que domina la animación y el estado del público. Los tempos. Lo realmente difícil sobre las tablas. Personalmente, de mis momentos favoritos es cuando Sergio toca las cucharas. Es tan rural y poético. Un soniquete íntimo en la cocina. Pero cuidado, esta técnica parece fácil y no lo es. Cuando fui a casa lo intenté y fue un auténtico desastre…

Texto: Ignatius Oscoz