MACHETAZOS EN LA FRONTERA.
Igual que había dos tipos de personas en el Motorkick Festival ―los que iban por el conjunto de motos, kickboxing y conciertos, y los que iban solo por la música―, supongo que aquel sábado en el recinto Ficoba de Irún había también dos tipos de personas respecto a Brujería: los que siguen preguntando por la formación original, intentan adivinar la figura de Dino Cazares (¿?) en el escenario, y los que fuimos a disfrutar de un buen puñado de riffazos sabiendo que poco queda de la formación original desde hace muchos años. Yo estaba entre estos últimos y me lo pasé como un enano.

Dino Cazares no está en la banda desde 2005 pero su sombra es alargada. No olvidemos que Brujería nació allá por finales de los ochenta como una crítica bromante hacia la discriminación para con los metaleros hispanos. Así, con miembros de Napalm Death, Faith No More y por supuesto Fear Factory, nació este supergrupo de grindcore-death, que además escupía con descaro letras en castellano sobre temática ultraviolenta y narco-satánica. De aquellos inicios, solo continúa en la formación actual Juan Brujo, la gutural y oscura voz que se hizo famosa en el mundillo del metal extremo desde aquel arrollador primer disco de 1993 «Matando güeros». Pero ¡qué importa eso en una gira en 2022! Lo que queríamos era presenciar en directo temazos de los buenos de los que tienen unos cuantos. Y Brujería no defraudaron: el concierto fue una gran descarga muy disfrutable. Para mí bastante mejor que el que pudimos ver en Madrid hará unos diez o doce años. Supongo que en aquel esperaba otra cosa…

Pero vamos allá. Entramos al festival más bien tarde y lamentablemente solo pudimos ver los temas finales de Parabellum, que estaban demostrando que siguen en forma con su punkrock de toda la vida. Y confirmamos lo que sabíamos: era un espacio semiabierto, que nunca puede ser como la olla a presión de una sala cerrada y a rebosar. Pero ni tan mal, porque estuvimos cómodos y hubo sonidazo. No tuvimos que esperar. Alguien tuvo la feliz idea de beber tequila y ahí empezó todo. Soy de los que piensan que el arranque del disco «Raza Odiada» (1995) con Pito Wilson es uno de los mejores inicios posibles y, por supuesto, también de directo. Ese discurso antimexicano, ese cuerno de chivo, los disparos, ese riff. Ese PEDAZO de riff inicial con ese ritmo que te descoyunta el cuello. Así arrancó Brujería su descarga y fueron muy bien recibidos por el público. Se notaba que éramos todos fans de la banda. Cayeron los primeros temazos ―siempre de los dos primeros discos, de largo su mejor cosecha― como «Colas de rata», «Hechando chingasos» o «Leyes narcos», ese ultrarrápido corte de un minuto que abre su primer LP. Nosotros empezamos a brincar, a cabecear y a darle duro a la air guitar. Ah, el muro sónico era maravilloso. La guitarra (una, suficiente), el bajo y la batería estaban ensamblados a la perfección y disfrutamos (olé los técnicos) con buen sonido desde el principio. Mucho decir, oiga. Las tres voces, que aportan gran juego escénico, están lideradas por supuesto por Juan Brujo, que además mantiene la sana costumbre de ocultar su rostro. Y que dure. Tras el primer tercio de descarga, sobrevino una parte más “suave” donde cayeron temas como «Brujerizmo» y sus tintes casi neometaleros, y otros más recientes. Fueron menos celebrados pero quien más y quien menos se frotaba las manos esperando la traca final. Y llegó, vaya si llegó. Para castigo/orgasmo de nuestras cervicales, empezaron a caer uno tras otro los pepinazos clásicos como «Revolución», «La migra» o «Consejos Narcos», auténticos himnos de los noventa que fueron coreados por todo el mundo. «El Brujo da consejos, oíganme pendejos». Él cantaba y nosotros obedecíamos, cómo no. A pesar del gran disfrute, es de recibo la falta de adaptación al lugar por parte de los tres cantantes (algo habitual en muchas bandas, sea dicho). Se notaba que era una gira marcada y repetida casi igual en todas partes. No entiendo cómo desaprovecharon la oportunidad de hacer referencia a la cercanía en la frontera. ¿O no estaban dando unos buenos machetazos en la frontera, dos de sus temas recurrentes favoritos?.

Al final llegó la guinda podrida con su cierre habitual y su canción insignia antiyanqui: «Matando güeros». El despiporre final, con tres machetes en escena cortando el aire y golpeando contra los monitores. Los de abajo lo dimos todo porque sabíamos que aquello se acababa. Y se acabó. Pero nos fuimos muy satisfechos, por supuesto a seguir la juerga. Al día siguiente, me desperté con unas considerables agujetas en el cuello. Síntoma inequívoco de haber presenciado una descarga como Satanás manda.

Texto: Ignatius Oscoz / Fotos: Carlos Sánchez Romero