En 1970, el panorama del rock no parecía muy halagüeño: la psicodelia se había pasado de rosca, el progresivo construía soporíferas y pretenciosas catedrales de sonido y, por todas partes, artistas, público y críticos se apolillaban en poltronas de autocomplacencia. Por aquellos días, el crítico musical neoyorkino Lester Bangs veía la luz tras descubrir a los Stooges y escribía: “Ahí está ese público poshippy pagado de sí mismo (…) Esta es la razón de que la mayoría de las bandas de rock actuales sean tan soporíferamente perezosas y de que los Stooges, o cualquier otro grupo que desafíe al público, sean la respuesta. El poder no se le concede a la gente, proviene de ella, y cuando se ha vuelto tan pasiva, nada que no sea un electroshock o un exorcismo personal la sacudirá y vapuleará hasta animarla a una interacción ferozmente saludable”. (Lester Bangs ‘Reacciones psicóticas y mierda de carburador’ Ed. Libros del Kultrum).

Pat Beers, poseído por el espíritu Stooges-MC5 (Foto: Chiri DDT)

Cincuenta años después, Pat Beers, líder de The Schizophonics parece haberse embarcado en una misión suicida para electrocutar al público como en su día lo hicieran Iggy Pop o Rob Tyner. ‘Gimme Danger’ (dame peligro) es el título del segundo corte del legendario ‘Raw Power’, tercer álbum de Iggy and
the Stooges y es exactamente eso lo que me provocó el vocalista y guitarrista de The Schizophonics en su última visita a Madrid: sensación de peligro. Al pie del escenario miraba a Pat Beers correr, saltar, arrodillarse, arrojarse al suelo y hacer acrobacias durante hora y media mientras su esposa Lety Beers aporreaba los tambores a la manera cavernícola. El clavijero de la guitarra pasó decenas de veces a pocos centímetros de mi nariz, así como la punta de sus desgastados botines. Hacía muchos años que un músico no me hacía sentir peligro y ya casi me había acostumbrado a esa actitud mojigata de la mayoría de bandas, esos interminables charloteos, halagos y agradecimientos, esas insufribles presentaciones de cada uno de los músicos…

El reto del dúo de San Diego (los bajistas son coyunturales) ha sido siempre llevar ese torrente de locura y energía a sus discos y no siempre lo ha conseguido. Este ‘Hoof It’, su recién aparecido tercer LP, es, hasta la fecha, la vez que más se ha acercado. Los cuatro primeros temas te dejan K.O. a base de rythm and blues y garage en crudo, con riffs que tiene la precisión letal de un estilete. ‘Pendulum’, el quinto del lote, es una reinvención del ‘Loose’ de los ya citados Stooges y, cuando ya parece que puedes intentar levantarte de la lona, los californianos descargan sobre ti otros tres sopapos que te hacen pedir clemencia. El espíritu Stooge vuelve en ‘Rain Down’, el noveno corte. En la décima, ‘Ready’, el motor del disco parece griparse, pero el undécimo título nos regala otra porción de hipnótico y robusto garage.

Hoy día copiar a Stooges o MC5 no tiene especial mérito (miles de bandas lo han hecho). El secreto de The Schizophonics no es este: ellos no copian, sino que se dejan arrebatar del espíritu del ‘high energy’ de Detroit hasta entrar en trance. No sabemos cuánto aguantará el cuerpo de Pat Beers, porque se juega el físico en cada concierto, por eso más vale disfrutar del presente de este combo antes de que implosione. Por cierto, si a algún lector le ayuda como pista menos remota, diré que, escuchándolos, también me han venido a la memoria los fantásticos Mooney Suzuki, quienes hace 22 años también supieron aplicar el electroshock exorcizante al aletargado respetable.

Ignacio Santa María «Chiri DDT» es periodista y dibujante. Fue batería y coautor del grupo madrileño DDT entre 1995 y 2011.