Jueves: sensaciones generación Z y la catequesis de Rigoberta

Del bonito entorno del Parque Tierno Galván en el distrito de Arganzuela con su anfiteatro construido aprovechando la depresión del terreno, a la gelidez del asfalto y geografía «ballardiana» del recinto ferial de IFEMA. Más que dicho recinto, su lateral izquierdo exterior. Una zona destinada al acceso de carga y descarga del material que transportan camiones y furgonetas para los expositores de IFEMA cuando allí se celebran eventos. En comparación con sus ediciones precedentes, el cambio de ubicación no ha sentado bien al Tomavistas pese a contar con un pequeño espacio «verde» con una parte natural y otra artificial destinada al descanso momentáneo y al consumo de comida y bebida. A su favor, constatar que el cartel del festival sigue siendo de calidad y en su línea de riesgo y sorpresa que opta por la música del presente, pero también del pasado publicada en los últimos cuarenta años con la que confeccionan el listado de grupos que pasarán por allí.


Tras dos años de parón pandémico, el evento ha vuelto con ímpetu renovado y en su nueva localización la parte musical se estructura en tres escenarios muy próximos entre sí, dos de ellos adosados y separados por una pantalla gigante vertical que se utilizó para los directos de ambos espacios. A continuación, parte de lo visto durante el festival en los dos primeros días, el jueves 19 y el viernes 20 de mayo.


La programación del jueves estuvo centrada en la nueva música urbana. Además, se apreció gran afluencia de familias antes del anochecer entre las colas hacia las barras de los que iniciaban la búsqueda del oro líquido de malta que patrocina el festival. Algunas imágenes vistas ese día por la tarde, darían para videoclip espontáneo no oficial del célebre himno a la maternidad de Rigoberta Bandini. Los murcianos Trashi vinculados al bedroom pop callejero coincidieron a la misma hora con el trap de Cupido, cuya afición parece crecer con el tiempo. Sobre el escenario, una legión de peluches entorno a Solo Astra y Pimp Flaco, el núcleo duro de Cupido. Mucho flow y control de autotune.

Rigoberta Bandini con su troupe. Foto: Javier Rosa ©

Tras ellos a las 21:30, y en el escenario central, comenzaba la catequesis electro pop de Rigoberta Bandini con su inevitable «Ay Mamá» que no pudo ser en Eurovisión. Para cerrar el círculo de la aburrida polémica eurovisiva que polarizó durante unos días a este país aunque no llegó a iniciar otra guerra civil, se curró una versión del «La, la, la» con el que Massiel, ahí sí, ganó ese festival en 1968. Todo aderezado de cajas de ritmos, bases y sonidos sintéticos y con las coreografías espasmódicas de cinco bailarinas que ilustraron hits de Paula Ribó como «In Spain we call it soledad», «Perra» o «Cuando tú nazcas», la versión moderniqui del tema de Mocedades.


Tras el directo del músico y productor catalán Alizzz que contó con la aparición sorpresa de C. Tangana sobre el escenario, llegó el turno de Sen Senra y de su estilo musical que oscila entre el pop urbano y el r&b con una puesta en escena efectiva que potencia, desde la misma iluminación del espectáculo, la fragilidad con la que juega y se envuelve el músico gallego. Un directo que acabó con una explosión de trozos de confeti azul. El jueves supuso una inauguración digna y tranquila del Tomavistas 2022 previa a los dos días de esperanzas musicales que estaban por llegar.

Sen Senra antes de la lluvia de confeti. Foto: Javier Rosa ©

Viernes: Suede tira de legado y algún descubrimiento

Con el sol de frente, Goat Girl hicieron el esfuerzo de presentar su trabajo del año pasado titulado «On All Fours». Pese a ser una formación interesante cuyos temas te conducen a las gemas retrofuturistas de la discografía de Stereolab, el sonido directo aplanó la propuesta y no hizo justicia al quinteto británico. Tras ellas, los australianos Rolling Blackouts Coastal Fever presentaron su segundo trabajo discográfico publicado a inicios del mes de mayo «Endless Rooms». Sobre el escenario riffs de guitarra atravesados por sintetizadores y medios tiempos efectivos pero previsibles, que no llegan a seducir demasiado.

La mitad de Goat Girl cara al sol. Foto: José Martín S ©

En el escenario «pequeño» situado en el lateral derecho, los belgas The Haunted Youth demostraron tener bien aprendida la lección de la nueva psicodelia vía MGMT o DIIV y del shoegaze mítico de Slowdive que pisarían el festival ese mismo día pasada la media noche. «La juventud obsesionada» supuso un pequeño y recomendable descubrimiento a los asistentes del rock actual compuesto en Europa. Bien.

The Haunted Youth. Psicodelia desde Bélgica. Foto: Javier Rosa ©

Carolina Durante presentó en el escenario principal su reciente «Cuatro chavales». Al grupo, que ya pasó por el Tomavistas edición 2019 cuando se celebraba en la añorada ubicación del parque Tierno Galván, le acompañó un público fiel con un resorte de coros de «lo lo lo los» como quien reza un rosario. También recordaron sus inicios y tocaron sus ya clásicos «Joder, no sé» o «Las canciones de Juanita» de su debut.

Las bases electrónicas de VVV [Trippin’you] se colaban en los momentos de intensidad baja del directo de Kevin Morby. Un error que coincidieran a la misma hora para los que queríamos ver a ambos y para los que pretendían disfrutar de Morby y su banda en plenitud. Sobre el escenario podía leerse en gigante «This Is a Photograph», título del último trabajo de Kevin Morby. En algunos momentos del show, si cerrabas los ojos, parecía que sobre el escenario tocaban los Wilco de Jeff Tweedy. Son unos pedazo de músicos, ojo al protagonismo del saxo, con letras portentosas como ese «esto es lo que extrañaré después de morir, y esto es lo que echaré de menos de estar vivo» que se escucha en la apertura de «This Is a Photograph». Solo pude ver la parte final de la pseudo rave de los madrileños VVV [Trippin’you]. Sobre bases electrónicas de drum n’ bass y jungle, Adrián, Eli y Salvi recrearon la post ruta del bakalao con actitud de grupo de rock con un ojo puesto en el electro-punk de los ochenta. Un grupo interesante y raro, cuyo «Turboviolencia» supuso un impacto dentro de la música nacional publicada el año pasado.


Pasadas las once de la noche, y todavía con el trotar makinero en los tímpanos de VVV, comenzó el directo de Suede. Era imposible que decepcionaran si sobre el brazo traían temas como «Animal Nitrate», «Beautiful Ones» o We are the pigs». Brett Anderson se quejó del calor nocturno con un «¡mucho calor, mucho caliente!», hizo cardio de un lado a otro del escenario, amagos de lanzarse sobre el público e invitó a participar en las canciones metiéndose en el bolsillo a los eufóricos/as presentes. Un público que en algunos casos creció con Suede y que, en parte, igualaba o superaba en edad a Anderson, que va ya camino de cumplir 55 palos. El gentleman hincó las rodillas en el escenario como un flamenco en varios momentos del concierto, que ya figura en el medallero de la historia del Tomavistas.

Suede en Madrid a la medianoche. Foto: Javier Rosa ©

La decisión de cerrar la jornada del viernes con la monarquía shoegaze que representa Slowdive fue un riesgo y una decisión en la programación del festival para enmarcar. La leyenda dream pop capitaneada por Rachel Goswell y Neil Halstead, créo algunos de los momentos más hermosos de la edición del festival de este año gracias a esas catedrales de reverb, marca de la casa, creadas por las guitarras sobre las que emergen voces fantasmales. Una intimidad, y sé que ahora voy a parecer más huraño que Mr Scrooge, que algunos asistentes rompieron dando voces y quejándose del «bajo sonido» del directo de Slowdive. Parte del público habría esperado un fin de fiesta para el viernes más danzarín, como el que protagonizaron Jungle al día siguiente. Pero esa es ya otra historia y otra entrada de isalive que tenéis en este enlace.

Texto: José Martín S

Slowdive cerrando de forma memorable la segunda jornada. Foto: Javier Rosa ©