Viernes 29 de julio. Último fin de semana de la edición 2022 de las Noches del Botánico con protagonismo de Nacho Vegas presentando sus “Mundos inmóviles derrumbándose” (Oso Polita). El directo se inició con el corte que abrió ese trabajo a principios de año, «Belart», con Vegas apareciendo ante una escenografía que remite a la portada y al arte de su último disco ilustrado por Miguel Brieva, con esas esferas iluminadas colgando del techo que se mecían como un péndulo sobre el escenario cuando arreció el viento en la parte final del directo. Esa fragilidad impresa en «Belart», impregnó las casi dos horas de show en las que un espectral Vegas parecía moverse y relacionarse con sus músicos en slow motion, «Qué fácil es para una rosa morir / No se oye ningún lamento / Qué duro fue para ti sobrevivir / Después de otro aplastamiento».

Vegas saltó de un lado a otro de su discografía en solitario, que tiene ya más de dos décadas de vida, junto a los músicos Hans Laguna, Resines, Cristian Pallejà, la berlinesa afincada en Barcelona Juliane Heinemann o la sección de mujeres del Coro Antifascista que le están acompañando en esta gira. Mención especial para el guitarrista Joseba Irazoki, que transformó la forma y texturas de algunas canciones del repertorio de Vegas gracias a su versatilidad y talento.

De los melodramas vividos en las proximidades del entorno de Vegas, en los que la muerte asoma el hocico en temas como «Esta noche nunca acaba», «Ramón In» o «El ángel Simón»; pasando por el ajuste de cuentas a su ciudad, Gijón, en «Ciudad vampira» a «Detener el tiempo» de su «Manifiesto desastre», el rapsoda de Asturias sedujo a los asistentes del Botánico con sus narraciones cantadas en duermevela. Un público que, obligado a permanecer en sus asientos, se puso en pie al llegar los estribillos del tema final que se escuchó en el recital, «El Hombre Que Casi Conoció A Michi Panero» dentro de los bises que se habían iniciado con «El ángel Simón», o más bien de la reconversión de esa célebre canción en otra, en la que el dolor producido por un suicidio parece gemir entre las montañas de electricidad imaginadas por la guitarra de Joseba Irazoki. Como dijeron cuando salíamos del recinto «Vegas es nuestro Leonard Cohen asturiano». Y sus directos cada vez suenan mejor, más sólidos e interesantes.

Texto: José Martín S / Foto: Victor Moreno ©